lunes, abril 02, 2007

9ª Epístola

Y aquí te encuentras, a pesar de todo. Rodeado por todo aquello que intentabas evitar, envuelto por aquello de lo que huías, por aquello que siempre procuraste que te sea ajeno. Viviendo el día a día en un estado de alerta casi constante. Lejos de la amistad, lejos del afecto, lejos del cariño, lejos del amor...

Sin embargo vives tu vida con total normalidad, por que esto ahora, después de siete meses, para ti, es lo normal. Lo rutinario. Te levantas, trabajas, estudias, con la misma frialdad que mostrabas en la antigua monotonía.

Es curiosa la capacidad que tenemos para acostumbrarnos a un entorno tan hostil, tan contrario a la personalidad de uno. Sorprende ver como, casi sin darnos cuenta, nos amoldamos a una situación desfavorable como sistema de defensa.

A pesar de eso, no puedes evitar el miedo y las dudas al darte cuenta de ello. ¿Y si te adaptas demasiado a este ambiente? ¿Y si te habitúas de tal manera que el día que retomes tu vida, te queda demasiado grande? Sabes que es difícil que eso pase, pero también sabes que no es imposible.

Es normal tener miedo. Es normal tener dudas. Pero ten en cuenta que no solo tienes miedo ni dudas, tienes además mucho apoyo, mucha ayuda, y muchas ganas de luchar. Es cierto que, quizá, estas últimas las pierdas en un momento dado, a causa del tiempo, de la resignación, de la situación. No sabes lo que puede pasar mañana.

Pero, por fortuna, el apoyo y la ayuda, nunca te abandonarán. Y con estos grandes soportes ¿Quién no tiene ganas de luchar?