jueves, junio 14, 2007

10ª Epístola

Pero, a pesar de todo, a pesar de tus esfuerzos por mantener el optimismo, aún dentro de la más profunda tristeza, siempre habrá malos ratos. Siempre te toparás con esos momentos en los que encontrar consuelo te resulta increíblemente difícil. Y sabes que, al fin y al cabo, esos momentos nos abordan a todos en un momento u otro. Sabes que no te vas a librar de ellos, ni aquí, ni en ningún sitio.

Porque, a veces, ocurren cosas que te hacen recordar que te encuentras en una situación en la que muy poco depende de tí. Descubres que esa normalidad que tanto te ha costado conseguir, puede verse fácil y rápidamente truncada por una decisión ajena. Y de nuevo te ves obligado a empezar de cero. De nuevo te enfrentas cara a cara con la soledad. De nuevo has de recurrir a toda tu paciencia para hacer esta nueva situación algo mas llevadera...

Una vez más recurres a la lectura, a la música, a los recuerdos... Una vez más te encuentras buscando consuelo. ¿Consuelo? Quizá sea mejor decir que lo que buscas es evasión. Buscas una manera de poder evadir tu mente. La manera de conseguir que tu pensamiento encuentre la libertad que a tus pasos se le niega.

Por vez primera te sorprendes a ti mismo encaminando tu busqueda al exterior. Te descubres mirando a traves de la pequeña ventana de tu celda, observando un paisaje dolorosamente quebrado por los barrotes. Alzas la vista buscando algo que no eres capaz de definir, y con la mirada te diriges más allá de las rejas, más allá de los muros, de los alambres y de las verjas. No puedes evitar decepcionarte, cuando, más allá de todo eso, solo encuentras un cielo teñido de gris, acorde con tus sentimientos.

Justo en ese momento empieza a llover, y observas la lluvia como si esta tuviese un efecto hipnótico sobre tí. Pero tu no ves la lluvia caer. Solo ves lágrimas. Ves todas esas lágrimas que no eres capaz de derramar. Es entonces, cuando caes en la cuenta de que, en todo este tiempo, ni una solitaria lágrima se ha escapado por tu mejilla.

Dicen que el llanto arrastra parte de nuestro pesar. Pero sabes que tu llanto no arrastrará nada. Sabes que lo único que harías sería verter lágrimas vacías.

En medio de tus pensamientos algo te obliga a entrecerrar los ojos, y observas, con una extraña sensación, como el sol asoma de nuevo. Y, poco a poco, sin darte cuenta, sientes como tu pesar, al igual que las nubes, tambien se disipa.

Dibujando una sonrisa te das cuenta de que habías olvidado algo muy importante. Algo que unas letras amigas te recordaron hace ya tantos meses: “Debes tener siempre en cuenta, que esto también pasará”.

Efectivamante, llegara el día en que esto también sea un recuerdo. Y sabes que, cuando eso pase, tu llanto aflorará. Cuando llegue el día ya no serán lágrimas vacías. Sabes que, en ese momento, tus lágrimas, arrastrarán todo tu pesar. Pero, hasta entonces, has de afrontar los malos ratos, y aprovechar lo que te puedan ofrecer, porque gracias a estos, cuando lleguen los buenos, sabrás apreciarlos y disfrutarlos como nunca antes lo has hecho.