viernes, agosto 10, 2007

11ª Epístola

Como pasa el tiempo… Parece que lo estas consiguiendo. Ya ha pasado casi un año y dentro de ti sientes una curiosa sensación. En este momento tienes la impresión de llevar aquí una eternidad, pero es solo cuando vuelves la vista atrás, cuando te das cuenta de que estos 11 meses han sido los mas fugaces de toda tu vida, y, afortunadamente, pese a esa fugacidad, puedes decir que este tiempo te esta cundiendo más que varios años de los que ya pasaste.
Estas aprendiendo más de lo que creías y ahora te resulta mas fácil darte cuenta de cosas que antes no sabías, cosas que no querías o no te dejaban ver.

Por desgracia, no son pocas aquellas que empiezas a ver con claridad y que te producen un efecto descorazonador. Ya hablaste sobre esto una vez, pero entonces no supiste ver la importancia y la gravedad del asunto. Ahora mas que nunca, te das cuenta de que tu anterior vida y la que ahora has de afrontar no son muy diferentes. Observando con atención ves, con desilusión, cada vez más y más similitudes. Te das cuenta de que la vida de una inmensa mayoría va también por ese mismo camino. Te das cuenta de que son demasiadas las personas que viven su presidio particular. Demasiadas que viven presas, encerradas, sin libertad, en sus propias vidas…

Curiosamente, aun a pesar de que saben que algo no va bien, aunque saben que hay algo que falla, algo que no les deja terminar de ser felices, esta gran mayoría vive ignorando esto.

Te niegas a señalar a un supuesto culpable, porque, para cada uno, el culpable, los culpables, aun surgiendo de una misma raíz, pueden ser muchos y confusamente diferentes.

Ahora ves con nitidez que no hacen falta celdas para coartar tus pasos, grilletes para controlar tus actos, pasillos enrejados para dirigir tus movimientos, ni forzada sumisión para acallar tus palabras. Hay armas mucho más sutiles y mucho más efectivas. Armas que afectan al cuerpo, a la mente, al espíritu… y los efectos están dentro de todos y cada uno de nosotros.

La cuestión es que, finalmente, por un motivo u otro, siempre hay algo que atenta contra nuestra libertad, limitándonos como si llevásemos unos permanentes e invisibles grilletes. Y lo peor del asunto es que somos nosotros los que hemos dejado que esos grilletes estén ahí, simplemente dejándonos llevar.

Sin embargo hay quienes son felices, hay quienes viven sin ataduras impuestas, comprometidos solamente a lo que a ellos les llena. Gente que vive su vida con humildad y como a ellos les gusta, haciendo sentir bien, tanto a los que les rodean, como a ellos mismos.

Es este tipo de personas las que te hacen ver, que no es imposible, que no es irrealizable, que todavía puedes vivir sintiéndote dichoso. Porque gracias a ellos, te has dado cuenta de que esos grilletes solo están en tu mente. Que no es tan difícil librarse de ellos. Que aun hay esperanza. Por que, aunque como todo, requiera un esfuerzo, todavía es posible liberar nuestro pensamiento.