lunes, abril 28, 2008

14ª Epístola

Harto…
Harto del tiempo, de su lento pasar.
Harto de palabras mudas solamente dichas con voz de papel.
Harto de la lectura y de la música, que solo usas para evadirte.
Harto de llenar horas con la inútil televisión.
Harto de necios comentarios y vanas conversaciones que nada aportan.
Harto de huir sin correr, de mirar más allá sin ver.
Harto de sostenerte entre el recuerdo y el porvenir.
Harto de intereses, harto de egoísmo, de sonrisas hipócritas y palabras traidoras.
Harto de falsa preocupación, de fingidos sentimientos, de simulados pésames.
Harto de la gente, harto de la soledad.
Harto de multitudinaria pitanza y de bandejas de metal.
Harto de documentos, harto de firmas, harto de huellas.
Harto de la desconfianza, del estado de alerta, harto de tener cuidado.
Harto de horas, de minutos y de segundos.
Harto de semanas, de meses y de años.
Harto de normas absurdas, de colas y de disciplina ajena.
Harto de oír tu nombre donde no deberías.
Harto de lo que ves dentro, harto de lo que ves fuera.
Harto de lo efímero del placer que sientes dos veces al mes.
Harto de caricias y besos a través de un cristal, harto de estar tan cerca y tan lejos.
Harto de amores reprimidos y de minutos contados.
Harto de camas vacías de todo.
Harto de la pantomima.
Harto de lo justo y lo injusto.
Harto de la inocencia y la culpabilidad.
Harto de palabras, harto de etiquetas.
Harto de juicios y de prejuicios.
Harto de este hambre de abrazos.
Harto por las cosas que cambian sin tú estar.
Harto por no poder ver a los que nunca volverán.
Harto de impotencia, harto de sumisión.
Harto de espera, de esperanza y de desesperar.
Harto de que preocupe lo que no importa y se olvide lo que sí.
Harto de la costumbre, de la aceptación y de la resignación.
Harto de no estar con quien quieres.
Harto de que tu vida no esté contigo.
Harto de no ser tú.
Harto de estar triste.
Harto de estar furioso.
Harto de estar harto…

jueves, febrero 21, 2008

13ª Epístola

Ya han pasado dos estíos y vas camino de tu segundo invierno. Demasiado tiempo para un lugar en el que una hora ya es demasiado.

Estás justo en el ecuador de esa etapa llena de afición previa a tus primeras salidas. Duro periodo es cuando te encuentras entre dos mitades, ya que, cada día que pasa, el tiempo se convierte en una obsesión cada vez mayor. Sientes además la impotencia de ver que no pasa todo lo rápido que quisieras, porque al fin y al cabo lo que realmente quieres no es ver como pasa, como se va poco a poco, sino despertar un buen día y ver que todo esto ya es parte del pasado.

Sueños ilógicos de un pobre loco desesperado que se siente flotar en una tabla a la deriva sin acabar de entender aún los motivos que le han llevado hasta ahí; sin rumbo, sin destino, sin razón, rodeado por un gran mar de tiempo cuyas aguas pueden arrastrarle hasta el fondo con el más leve movimiento.

Sueños sin sentido de quien se encuentra en un punto en el que cuando mira hacia delante solo ve un infranqueable abismo exactamente igual que el que hay a su espalda. Que difícil resulta a veces deshacerse de la amargura que te impide ver el final de este cruel camino en el cual has aprendido tanto.

“Esta es una gran experiencia y, para bien o para mal, grande será su aportación”. Por aquel entonces no podías imaginar cuan grande podía llegar a ser. No solo ha conseguido cambiar tu vida, sino que también ha llegado a cambiar tu manera de verla, de afrontarla y ahora puedes decir que por supuesto que ha sido para bien, porque ha sido aquí, en esta multitudinaria soledad, en esta pantomima sin razón, donde por primera vez has conseguido encontrarte y escucharte. Sin embargo sabes que no todo el merito es tuyo, debes mucho a los compañeros de camino.

Todo tu mundo está ahora fuera, esperándote con los brazos abiertos. Y aunque sabes que aún queda por aprender aquí, sientes que esto no te aportará ya mucho más. Ya te has deshecho de muchos de los grandes lastres que te impedían darte cuenta de lo que querías y como lo querías. Solo has de tomar las riendas y hacerlo. Solo has de ser tú. Es resto es como correr cuesta abajo, solo queda disfrutar del recorrido…

…Pero ese recorrido deberá esperar…

Es justamente ese futuro prometedor lo que hace que la espera sea más y más dura, pero a pesar de todo aún queda algo que alivia ese sentimiento. Esta noche cerrarás los ojos y dormirás con la conciencia tranquila. Cuando los abras esto no habrá pasado, pero tendrás la certeza de que estarás un día más cerca de que eso suceda…

martes, octubre 30, 2007

12ª Epístola

Tiempo…

Tiempo que se va y que nunca más vuelve. Un precioso tiempo robado hostilmente que poco a poco se va perdiendo en lo efímero. Tiempo al que te intentas aferrar desesperadamente para al menos poder decir que no ha sido perdido en vano. Tiempo despojado que finalmente trae otro dolor: El de descubrir con amargura todo ese tiempo que ya antes malgastaste; Y es que peor aún que el arrepentimiento de aquello que se ha hecho, es el arrepentimiento de lo que nunca se ha llegado a hacer.

Todos erramos en nuestros actos ocasionalmente; Todos nos arrepentimos de las decisiones tomadas en ciertos momentos; Siempre produce malestar el equivocarse al elegir, pero cuando la opción que has escogido es la de permanecer pasivo, ese remordimiento se multiplica, porque al pesar que produce esa mala elección, se le añade la frustración que trae el darse cuenta de que ni siquiera hiciste algo por cambiar el resultado.

Y así te encuentras el día de hoy, abordado por todas aquellas cosas que siempre has querido hacer. Todo lo que quisiste ver, lo que quisiste oír, lo que quisiste sentir, te asalta ahora recordándote aquellos días vacíos que ya han desaparecido sin remedio, mortificándote además con la idea de que, al fin y al cabo, no te queda más remedio que resignarte e ir desplazando todo eso a un lado, a un rincón donde poder acceder a ello más adelante, y más vale que te armes de paciencia, porque la espera será larga…


viernes, agosto 10, 2007

11ª Epístola

Como pasa el tiempo… Parece que lo estas consiguiendo. Ya ha pasado casi un año y dentro de ti sientes una curiosa sensación. En este momento tienes la impresión de llevar aquí una eternidad, pero es solo cuando vuelves la vista atrás, cuando te das cuenta de que estos 11 meses han sido los mas fugaces de toda tu vida, y, afortunadamente, pese a esa fugacidad, puedes decir que este tiempo te esta cundiendo más que varios años de los que ya pasaste.
Estas aprendiendo más de lo que creías y ahora te resulta mas fácil darte cuenta de cosas que antes no sabías, cosas que no querías o no te dejaban ver.

Por desgracia, no son pocas aquellas que empiezas a ver con claridad y que te producen un efecto descorazonador. Ya hablaste sobre esto una vez, pero entonces no supiste ver la importancia y la gravedad del asunto. Ahora mas que nunca, te das cuenta de que tu anterior vida y la que ahora has de afrontar no son muy diferentes. Observando con atención ves, con desilusión, cada vez más y más similitudes. Te das cuenta de que la vida de una inmensa mayoría va también por ese mismo camino. Te das cuenta de que son demasiadas las personas que viven su presidio particular. Demasiadas que viven presas, encerradas, sin libertad, en sus propias vidas…

Curiosamente, aun a pesar de que saben que algo no va bien, aunque saben que hay algo que falla, algo que no les deja terminar de ser felices, esta gran mayoría vive ignorando esto.

Te niegas a señalar a un supuesto culpable, porque, para cada uno, el culpable, los culpables, aun surgiendo de una misma raíz, pueden ser muchos y confusamente diferentes.

Ahora ves con nitidez que no hacen falta celdas para coartar tus pasos, grilletes para controlar tus actos, pasillos enrejados para dirigir tus movimientos, ni forzada sumisión para acallar tus palabras. Hay armas mucho más sutiles y mucho más efectivas. Armas que afectan al cuerpo, a la mente, al espíritu… y los efectos están dentro de todos y cada uno de nosotros.

La cuestión es que, finalmente, por un motivo u otro, siempre hay algo que atenta contra nuestra libertad, limitándonos como si llevásemos unos permanentes e invisibles grilletes. Y lo peor del asunto es que somos nosotros los que hemos dejado que esos grilletes estén ahí, simplemente dejándonos llevar.

Sin embargo hay quienes son felices, hay quienes viven sin ataduras impuestas, comprometidos solamente a lo que a ellos les llena. Gente que vive su vida con humildad y como a ellos les gusta, haciendo sentir bien, tanto a los que les rodean, como a ellos mismos.

Es este tipo de personas las que te hacen ver, que no es imposible, que no es irrealizable, que todavía puedes vivir sintiéndote dichoso. Porque gracias a ellos, te has dado cuenta de que esos grilletes solo están en tu mente. Que no es tan difícil librarse de ellos. Que aun hay esperanza. Por que, aunque como todo, requiera un esfuerzo, todavía es posible liberar nuestro pensamiento.

jueves, junio 14, 2007

10ª Epístola

Pero, a pesar de todo, a pesar de tus esfuerzos por mantener el optimismo, aún dentro de la más profunda tristeza, siempre habrá malos ratos. Siempre te toparás con esos momentos en los que encontrar consuelo te resulta increíblemente difícil. Y sabes que, al fin y al cabo, esos momentos nos abordan a todos en un momento u otro. Sabes que no te vas a librar de ellos, ni aquí, ni en ningún sitio.

Porque, a veces, ocurren cosas que te hacen recordar que te encuentras en una situación en la que muy poco depende de tí. Descubres que esa normalidad que tanto te ha costado conseguir, puede verse fácil y rápidamente truncada por una decisión ajena. Y de nuevo te ves obligado a empezar de cero. De nuevo te enfrentas cara a cara con la soledad. De nuevo has de recurrir a toda tu paciencia para hacer esta nueva situación algo mas llevadera...

Una vez más recurres a la lectura, a la música, a los recuerdos... Una vez más te encuentras buscando consuelo. ¿Consuelo? Quizá sea mejor decir que lo que buscas es evasión. Buscas una manera de poder evadir tu mente. La manera de conseguir que tu pensamiento encuentre la libertad que a tus pasos se le niega.

Por vez primera te sorprendes a ti mismo encaminando tu busqueda al exterior. Te descubres mirando a traves de la pequeña ventana de tu celda, observando un paisaje dolorosamente quebrado por los barrotes. Alzas la vista buscando algo que no eres capaz de definir, y con la mirada te diriges más allá de las rejas, más allá de los muros, de los alambres y de las verjas. No puedes evitar decepcionarte, cuando, más allá de todo eso, solo encuentras un cielo teñido de gris, acorde con tus sentimientos.

Justo en ese momento empieza a llover, y observas la lluvia como si esta tuviese un efecto hipnótico sobre tí. Pero tu no ves la lluvia caer. Solo ves lágrimas. Ves todas esas lágrimas que no eres capaz de derramar. Es entonces, cuando caes en la cuenta de que, en todo este tiempo, ni una solitaria lágrima se ha escapado por tu mejilla.

Dicen que el llanto arrastra parte de nuestro pesar. Pero sabes que tu llanto no arrastrará nada. Sabes que lo único que harías sería verter lágrimas vacías.

En medio de tus pensamientos algo te obliga a entrecerrar los ojos, y observas, con una extraña sensación, como el sol asoma de nuevo. Y, poco a poco, sin darte cuenta, sientes como tu pesar, al igual que las nubes, tambien se disipa.

Dibujando una sonrisa te das cuenta de que habías olvidado algo muy importante. Algo que unas letras amigas te recordaron hace ya tantos meses: “Debes tener siempre en cuenta, que esto también pasará”.

Efectivamante, llegara el día en que esto también sea un recuerdo. Y sabes que, cuando eso pase, tu llanto aflorará. Cuando llegue el día ya no serán lágrimas vacías. Sabes que, en ese momento, tus lágrimas, arrastrarán todo tu pesar. Pero, hasta entonces, has de afrontar los malos ratos, y aprovechar lo que te puedan ofrecer, porque gracias a estos, cuando lleguen los buenos, sabrás apreciarlos y disfrutarlos como nunca antes lo has hecho.

lunes, abril 02, 2007

9ª Epístola

Y aquí te encuentras, a pesar de todo. Rodeado por todo aquello que intentabas evitar, envuelto por aquello de lo que huías, por aquello que siempre procuraste que te sea ajeno. Viviendo el día a día en un estado de alerta casi constante. Lejos de la amistad, lejos del afecto, lejos del cariño, lejos del amor...

Sin embargo vives tu vida con total normalidad, por que esto ahora, después de siete meses, para ti, es lo normal. Lo rutinario. Te levantas, trabajas, estudias, con la misma frialdad que mostrabas en la antigua monotonía.

Es curiosa la capacidad que tenemos para acostumbrarnos a un entorno tan hostil, tan contrario a la personalidad de uno. Sorprende ver como, casi sin darnos cuenta, nos amoldamos a una situación desfavorable como sistema de defensa.

A pesar de eso, no puedes evitar el miedo y las dudas al darte cuenta de ello. ¿Y si te adaptas demasiado a este ambiente? ¿Y si te habitúas de tal manera que el día que retomes tu vida, te queda demasiado grande? Sabes que es difícil que eso pase, pero también sabes que no es imposible.

Es normal tener miedo. Es normal tener dudas. Pero ten en cuenta que no solo tienes miedo ni dudas, tienes además mucho apoyo, mucha ayuda, y muchas ganas de luchar. Es cierto que, quizá, estas últimas las pierdas en un momento dado, a causa del tiempo, de la resignación, de la situación. No sabes lo que puede pasar mañana.

Pero, por fortuna, el apoyo y la ayuda, nunca te abandonarán. Y con estos grandes soportes ¿Quién no tiene ganas de luchar?

viernes, marzo 02, 2007

8ª Epístola

Casi 400 presos...

400 personas. 400 motivos. 400 razones más o menos equivocadas. 400 internos con muchos por detrás.

Te entristece pensar en todas esas personas que por unos u otros motivos han errado en sus vidas. Personas con sus sueños, con sus ilusiones, con una historia que contar. Algunos arrepentidos. Algunos indignados. Algunos indiferentes.

Sientes la amargura, cuando piensas también en aquellas otras personas que les esperan. Que les ofrecen su apoyo. Que anhelan volver a verlos entrar por la puerta. ¿Cuantos pueden ser? ¿Cuántas vidas interrumpidas por el error, por la insensatez de uno? Piensas en las innumerables lágrimas derramadas por todos ellos, velando por los suyos. Lágrimas para muchos indiferentes.

No obstante, cuando realmente se encoge tu corazón, es cuando descubres las causas que han llevado a los que están aquí en esta situación. Cuando descubres que el problema no es esa persona, ni esa causa. La desesperanza te aborda, cuando te das cuenta de que el verdadero problema tiene muchas caras, muchas voces, y unas raíces demasiado profundas.

Hablas con ellos, te explican sus argumentos, y te preguntas por qué no vieron otro camino, por qué no vieron otra opción, si realmente la tenían, si realmente pudieron elegir. Y es que, en la mayoría de casos, las decisiones que tomamos, nuestras acciones, nuestras elecciones, nuestra manera de ser, no son sino frutos de nuestro entorno, de nuestra educación, y estas cosas sí que no las podemos elegir.

¿Y qué hay de aquellos que defienden su inocencia? Porque, si bien es cierto que todos están aquí por los errores cometidos, algunas veces esos errores son ajenos. En estos casos prefieres pensar que realmente también tienen parte de culpa. Que quizá hubiesen podido hacer algo para evitarlo. Porque te niegas a pensar, que alguien ha terminado aquí totalmente exento de culpa. Sería demasiado injusto.

Sea como sea, errores al fin y al cabo, cometidos de una u otra manera. Y, aunque dichos errores se escapen de nuestra voluntad, situaciones como esta son las que nos hacen ser conscientes de su existencia.

Es, precisamente ese, el paso más importante para acabar con ellos de una vez por todas. Solo queda hacer todo lo posible para que no se repitan nunca más.