14ª Epístola
Harto del tiempo, de su lento pasar.
Harto de palabras mudas solamente dichas con voz de papel.
Harto de la lectura y de la música, que solo usas para evadirte.
Harto de llenar horas con la inútil televisión.
Harto de necios comentarios y vanas conversaciones que nada aportan.
Harto de huir sin correr, de mirar más allá sin ver.
Harto de sostenerte entre el recuerdo y el porvenir.
Harto de intereses, harto de egoísmo, de sonrisas hipócritas y palabras traidoras.
Harto de falsa preocupación, de fingidos sentimientos, de simulados pésames.
Harto de la gente, harto de la soledad.
Harto de multitudinaria pitanza y de bandejas de metal.
Harto de documentos, harto de firmas, harto de huellas.
Harto de la desconfianza, del estado de alerta, harto de tener cuidado.
Harto de horas, de minutos y de segundos.
Harto de semanas, de meses y de años.
Harto de normas absurdas, de colas y de disciplina ajena.
Harto de oír tu nombre donde no deberías.
Harto de lo que ves dentro, harto de lo que ves fuera.
Harto de lo efímero del placer que sientes dos veces al mes.
Harto de caricias y besos a través de un cristal, harto de estar tan cerca y tan lejos.
Harto de amores reprimidos y de minutos contados.
Harto de camas vacías de todo.
Harto de la pantomima.
Harto de lo justo y lo injusto.
Harto de la inocencia y la culpabilidad.
Harto de palabras, harto de etiquetas.
Harto de juicios y de prejuicios.
Harto de este hambre de abrazos.
Harto por las cosas que cambian sin tú estar.
Harto por no poder ver a los que nunca volverán.
Harto de impotencia, harto de sumisión.
Harto de espera, de esperanza y de desesperar.
Harto de que preocupe lo que no importa y se olvide lo que sí.
Harto de la costumbre, de la aceptación y de la resignación.
Harto de no estar con quien quieres.
Harto de que tu vida no esté contigo.
Harto de no ser tú.
Harto de estar triste.
Harto de estar furioso.